Esta es la historia de una mañana oscura y un Maestro perdido. La extraña emoción de todo esto se evidencia por el hecho de que los tres discípulos nombrados son vistos corriendo. María corrió a contárselo a los discípulos, y Juan y Pedro corrieron a la tumba.

María, que se quedó en el vecindario de una tumba vacía después de que los discípulos regresaron a su hogar, es un símbolo de lo que habría sido la Iglesia si no hubiera habido resurrección. Su grito: "Se han llevado al Señor del sepulcro, y no sabemos dónde lo han puesto", cuenta toda la historia. Fue cuando ella habló así que Él se dio a conocer a ella como el Viviente, y ella gritó: "Rabboni".

En ese memorable día de la resurrección, Juan registra las apariciones matutinas y vespertinas de nuestro Señor. Entre la entrevista matutina con María y el encuentro vespertino con sus discípulos, había visto a Pedro solo y había viajado con dos hombres que caminaban hacia Emaús. Juan cuenta que Jesús apareció en medio de los discípulos reunidos. Los saludó con las palabras "Paz a vosotros", mostrándoles sus manos y su costado.

Luego repitió el saludo y declaró cuál sería su comisión, y proféticamente indicó el poder que sería de ellos cuando sopló sobre ellos y dijo: "Recibid el Espíritu Santo".

Muy hermoso es el trato de nuestro Señor con Tomás ocho días después.

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