En este poema central y más largo, Jeremías se identifica completamente con las experiencias de su pueblo. En el primer movimiento, en un lenguaje que palpita de dolor, describió sus propios dolores, reconociendo a través de toda la acción de Jehová, como revela la repetición casi monótona del pronombre "Él". Aquí reconoció más evidentemente la relación entre el dolor y el pecado. Todos los instrumentos intermedios de castigo están fuera de la vista.

Cada golpe cae de la mano de Dios, como sugiere la declaración inicial: "Yo soy el hombre que vio aflicción por la vara de su ira". Este es ciertamente el reconocimiento del método de Jehová en el juicio. Tal reconocimiento obligó a terminar el canto fúnebre con una afirmación de esperanza. Las aflicciones de Dios recordadas crean seguridad de liberación.

El siguiente movimiento es uno totalmente de seguridad, en el que el profeta, habiendo reconocido en la sección anterior la actividad de Jehová en el juicio, ahora reconoció Su actividad en la misericordia. El pasaje está lleno de belleza, ya que trata de esa tierna compasión de Dios que nunca había estado ausente ni siquiera en la obra del castigo. Este reconocimiento de la misericordia termina con una expresión de sumisión al juicio, y un canto de esperanza consecuente fuerte en su confianza.

El tercer movimiento de identificación es de apelación. Una vez más, el profeta reconoció primero la justicia de la visitación divina, y luego hizo un llamado ferviente al pueblo para que se volviera a Dios en verdadera penitencia, terminando con una declaración de su sentido del dolor nacional y de su participación personal e inmediata en él.

El último movimiento de la canción es de nuevo totalmente seguro. El profeta celebró las liberaciones que ya le había hecho Jehová. Desde las mazmorras más bajas había levantado su grito y había sido escuchado. Jehová había defendido su causa contra todas las maquinaciones de sus enemigos. Los reproches que le habían amontonado Jehová los había oído. Estas liberaciones pasadas le dieron la seguridad de que Jehová todavía actuaría en nombre de Su pueblo y destruiría a sus enemigos debajo de los cielos.

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