El cuarto poema es en su mayor parte un canto de desolación, que sin embargo termina en un canto de esperanza. Jeremías describió por primera vez el desastre en Sion, declarando que todo surgió como resultado del pecado del pueblo, que fue mayor que el de Sodoma. Luego describió la degradación de la gente. De la perfección de la salud, sus nobles han degenerado en hombres en los que está claramente marcado el sello de una enfermedad indecible.

Todo esto ha resultado de los pecados de los profetas y de las iniquidades de los sacerdotes. Aquellos que han guiado a los hombres en la pureza de sus vidas estaban ciegos y contaminados hasta tal punto que la gente los despreciaba, les gritaba "inmundos" y les rogaba que se fueran. El profeta procedió entonces a tratar con la insensatez de los hombres que habían buscado ayuda de las naciones, describiendo la mirada inútil de los ojos en busca de ayuda, y luego la falta de remordimiento de los enemigos que los perseguían y los perseguían hasta la muerte.

Terminó con un discurso satírico a Edom, invitándola a regocijarse, pero declarando que la copa pasaría a ella también, y una palabra final de esperanza para Sion en el sentido de que se cumplió el castigo de su iniquidad.

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