Dirigiéndose directamente a los gobernantes del pueblo, en este segundo mensaje el profeta describe su pecado peculiar y anuncia el juicio venidero. Luego predice la venida del único Gobernante verdadero y la consiguiente liberación. Al tratar con los pecados de los gobernantes, primero se dirige a los jefes o príncipes, acusándolos de ser corruptos. En cuanto a carácter, odian lo bueno, y en cuanto a conducta, echan a perder a la gente.

Dirigiéndose a los profetas, declara que su pecado es hacer que la gente se equivoque, ejerciendo su oficio sagrado para su propio bienestar. Si se les daba de comer, estaban dispuestos a clamar por la paz; si no se les alimentaba, hacían la guerra. El juicio debe superarlos en especie. Miqueas defiende su propio ministerio al contrastarlo con otros.

Finalmente trata con todas las clases dominantes y su resumen de su pecado es contundente. Las cabezas juzgan por recompensa; los sacerdotes enseñan a sueldo; los profetas adivinan por dinero. Como resultado de su pecado, el juicio debe caer sobre Sión y Jerusalén.

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