En esta sección final tenemos el relato de la última reforma de Nehemías. Después de construir el muro, evidentemente había regresado a la corte del rey. Doce años más tarde, en busca de permiso, regresó, y los últimos hechos registrados fueron tales que revelan la continua fuerza y ​​lealtad del hombre.

Cuatro abusos lo enfrentó. Sin la menor vacilación, ni ningún signo de debilidad en su método, se dispuso a corregirlos. Eliasib, el sacerdote, había cedido lugar, dentro del mismo Templo de Dios, al hombre Tobías, que había hecho tanto para obstaculizar la construcción del muro. Nehemías llegó, arrojó al ocupante y los muebles y restauró la cámara para su uso adecuado. En segundo lugar, descubrió que los levitas, en lugar de poder dedicar todo su tiempo al servicio del templo, tenían que ganarse la vida, porque la gente se había olvidado de traer el diezmo.

Luchó con los nobles y corrigió este abuso. Además, descubrió que el sábado del Señor había sido violado y restauró el orden divino en este asunto. Finalmente, descubrió que la gente había vuelto a casarse mixtos, y con la dureza y la fuerza característica, abordó el asunto. No hay palabras que puedan transmitir mejor la impresión que la suya propia: "Yo contendí con ellos, y los maldije, y a algunos de ellos golpeé, les arranqué el pelo y les hice jurar por Dios". Uno puede entender la ira de Nehemías comparando estos abusos, que tuvo que detener, con los términos del pacto que hicieron el día de la dedicación (capítulo 10).

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