Esta es la cuarta canción del Hallel. En él se elabora la nota de triunfo sobre la muerte, con la que cerró la última. Evidentemente, el cantante había corrido un grave peligro en el que prácticamente había perdido la esperanza de vivir. Del peligro lo había librado Jehová, y ahora canta su alabanza. Tiene dos movimientos. El primero habla de su amor, y declara su razón y su origen (vv. Sal. 116: 1-9). El segundo habla de su fe resultante, irrumpe en un nuevo júbilo y afirma su determinación de alabar (vv. Sal. 116: 10-19).

Su amor es el resultado del amor de Jehová manifestado en su favor cuando clamó a Él en los mismos lazos de la muerte. El problema es que caminará delante de Jehová. Su fe así confirmada, comienza a cantar un nuevo cántico y se dedica de nuevo al alto servicio de la acción de gracias.

Cualesquiera que sean las circunstancias locales que dieron origen a este cántico, es evidente que todo su rico significado se cumplió, cuando en medio de esa pequeña compañía de almas perplejas, las sombras de la Muerte Única ya sobre Él, Jesús cantó este cántico profético. triunfo sobre la agudeza de la hora de la pasión por la que pasaba. Lo ha entregado a todos los suyos como su canto de triunfo sobre la muerte.

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