“Y él no quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel, hasta que pagara lo que le correspondía”.

Pero no hubo perdón en el corazón del siervo implacable. Su propia experiencia lo había dejado intacto. Así que mandó echar al criado a la cárcel de un deudor hasta que pudiera pagar todo lo que le correspondía. Y allí languidecía hasta que alguien pudiera pagar su deuda.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad