Hasta que deba pagar la deuda. - Ni el recuerdo de la misericordia de su señor, ni ningún toque de piedad, refrena al hombre que cavila sobre el recuerdo del mal. Pero cabe señalar que el proceder que toma es tan imprudente como poco generoso. Él, como esclavo, no puede ordenar que se venda a su compañero de esclavo. Puede encarcelarlo; pero al hacerlo, excluye al deudor de todas las oportunidades de obtener el dinero con el que podría pagar su deuda.

Su venganza es hasta ahora suicida. Esto seguramente no está exento de su analogía en la interpretación de la parábola. Cualquiera que sea la naturaleza de la ofensa, la paciencia y la tolerancia a la vez animan y capacitan al ofensor para que restituya. La dureza lo encierra como en la prisión de un hosco desafío.

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