1 Reyes 2:1

I. En este pasaje notamos la calma y tranquilidad de espíritu con que David esperaba el fin de su carrera terrenal. Para colocarnos en la posición que ocupaba David, (1) debemos haber buscado y hallado misericordia que nos perdona; (2) debemos tener el Espíritu de adopción, para poder decir: "Abba, Padre"; (3) debemos avanzar en la experiencia práctica de la gracia santificante.

II. Note el encargo especial que David dirige a Salomón para mostrarse hombre y ser fuerte en la observancia de los requisitos de la ley divina. La expresión que primero golpea la mente es "Muéstrate hombre". (1) Es claramente el camino del esfuerzo viril el esforzarse por servir a Dios y cumplir con los requisitos de su ley. (2) Está implícito en las palabras de David que Salomón tendría innumerables dificultades con las que lidiar.

"Muéstrate hombre" significa Resiste; pelear; superar. (3) A menos que el Espíritu de Dios esté en el hombre, las piezas de la armadura son inútiles y el conflicto debe terminar en derrota y ruina. Donde está el Espíritu del Señor, solo hay libertad y poder.

III. Observe la clara percepción que evidentemente tenía David de la naturaleza condicional de las promesas hechas a Israel y a su propia familia en particular. La fiel observancia de la ley de Moisés formó la condición sobre la cual Israel iba a ser grande y floreciente.

IV. En explicación de la acusación de David a Salomón de vengarse de Joab y Simei, debemos recordar (1) que él estaba dictando a Salomón consejos de política, no por sabiduría divina, sino por su propia mente; y si estos consejos fueron correctos o incorrectos, debemos poner la responsabilidad de ellos sobre el mismo David. (2) David vivía bajo una dispensación más oscura que la nuestra y no había aprendido a perdonar a sus enemigos. (3) Puede haber sido correcto y necesario para el bienestar público que no se permitiera vivir a hombres tan peligrosos como Joab y Shimei.

AD Davidson, Lectures and Sermons, pág. 349.

Referencias: 1 Reyes 2:8 . Expositor, segunda serie, vol. i., pág. 245. 1 Reyes 2:8 ; 1 Reyes 2:9 . Homiletic Quarterly, vol. iii., pág. 175.

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