1 Reyes 20:11

Estas son las palabras de Acab y, hasta donde sabemos, lo único sabio que dijo en su vida. El dicho probablemente no era el suyo, sino un proverbio común en su época. Como advertencia a Ben-adad, las palabras resultaron ser ciertas, pero la propia conducta de Acab al subir a Ramot de Galaad, donde pereció, mostró un extraño olvido de su propio dicho.

I. Todos tenemos una batalla que pelear, todos sabemos lo que significa la "batalla de la vida", pero la del cristiano es interna y espiritual, una batalla dentro de una batalla. La conversión a Cristo significa a la vez paz y guerra. Nuestra paz con Dios significa guerra con el mundo, el diablo y la carne.

II. Todos tenemos un "arnés" para ponernos. Así como los enemigos con los que luchamos son espirituales, también debe serlo nuestra armadura. La armadura es divinamente provista y divinamente adaptada a su propósito, y nada puede sustituirla. Debe ponerse la armadura Divina. Debemos asirnos y retenernos, de lo contrario no servirá de nada.

III. Todos tenemos una lección de humildad y paciencia que aprender en relación con esta guerra. Los jóvenes conversos tienden a pensar que han obtenido la victoria cuando recién están comenzando el conflicto. Debemos aprender a depender cada vez menos de nosotros mismos y cada vez más de Cristo. Nuestra fuerza y ​​victoria deben estar en Él.

D. McEwan, Contemporary Pulpit, vol. iii., pág. 120.

I. Este texto, con sus conexiones históricas, bien puede advertirnos en general sobre la justicia y rectitud de nuestros planes. Puede darnos en efecto esta sencilla enseñanza de que no debemos emprender nada bajo nuestra propia responsabilidad que no podamos justificar y defender. La rectitud debe ser la base de todos nuestros compromisos expresos.

II. Suponiendo que una obra sea correcta en sí misma, debe emprenderse con un espíritu de modestia, desconfianza en sí mismo y miedo. Somos criaturas dependientes; y cuando comenzamos lo que requerirá de nosotros una gran cantidad de fuerza, conviene que miremos hacia la fuente de toda fuerza.

III. No es posible que alguien llegue a este estado mental modesto, desconfiado de sí mismo, resignado y, sin embargo, resuelto sobre las cosas temporales, sobre las oportunidades y fortunas mundanas y los cuidados familiares, que no mira todo más allá de estas cosas y por encima de ellas. a un mundo superior de. deber y fe. A menos que tengamos en cuenta las cosas superiores, no podemos caminar con paso firme entre las inferiores.

A. Raleigh, From Dawn to Perfect Day, pág. 98.

Referencias: 1 Reyes 20:11 . Revista homilética, vol. xii., pág. 82; Spurgeon, Sermons, vol. xx., nº 1193; DJ Vaughan, Los días del hijo del hombre, pág. 348. 1 Reyes 20:14 . J. Thain Davidson, Charlas con hombres jóvenes, pág.

103. 1 Reyes 20:28 . Spurgeon, Sermons, vol. xxii., núm. 1311; Parker, vol. viii., pág. 46. 1 Reyes 20:39 ; 1 Reyes 20:40 . EM Goulburn, Sermones en la iglesia parroquial de Holywell, p. 333.

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