2 Corintios 13:14

El pacto de redención.

I. Considere el carácter de este pacto, porque este es un punto de la mayor importancia en lo que respecta a nuestros pensamientos, nuestras esperanzas y nuestras acciones. El carácter del pacto de redención de Dios es el amor. La voluntad del Padre es reunir al cristiano en Cristo con una salvación eterna. Todas las apariencias adversas, todas las interrupciones de la conciencia de esto, que surjan de él o del mundo, no deben superar ni por un momento la gran verdad central de que Dios lo ama.

En sostener este hecho en pleno reconocimiento de su posición en Cristo, consisten su seguridad y su vida. "Hágase tu voluntad" es la expresión de un alma que sabe y siente esto. Debemos ser probados: debemos ser purificados; el destronamiento de uno mismo y el establecimiento de Dios en nuestros corazones no pueden tener lugar sin una lucha, una guerra, en nuestro interior. Este conflicto puede ser feroz y prolongado; puede parecer como el desgarro del alma y el espíritu; puede llevarnos a las profundidades del desánimo y casi extinguir nuestra esperanza; pero que ninguna intensidad de conflicto, ni desprecio por nosotros mismos, ni ningún presentimiento del futuro nos haga olvidar que la mente de Dios para nosotros es amor.

II. Otros puntos a considerar se refieren al pacto en sí. Y una es que la Sagrada Escritura nos la presenta uniformemente como un pacto hecho y ratificado antes de la fundación del mundo. Otra cosa importante que debemos considerar quienes reciben y reconocen la gloria de la Trinidad Eterna es la apreciación inteligente y clara en nuestra vida espiritual de las partes y oficios de las Personas Divinas en nuestra redención.

En el propósito del Padre, tuvo su fundamento y tiene su continuidad. Su voluntad es que seamos salvos y lleguemos al conocimiento de la verdad. En la obra terminada del Hijo en la tierra y Su sumo sacerdocio en el cielo, tuvo, y tiene, su actualidad tal como existe ahora. Y Dios el Espíritu Santo engendra y lleva a cabo en nuestras almas esta vida espiritual, morando en nosotros, purificando nuestros corazones y motivos, haciéndonos santos y poco a poco más y más como Dios.

Tengamos siempre presente este importante hecho: que nuestro reconocimiento del maravilloso amor de Dios en la redención no sea un consentimiento estéril a una doctrina ortodoxa, sino una realidad vivificante en nuestros propios corazones y vidas, llenos de semillas de amor y paz. y gozo y aumento en santidad.

H. Alford, Quebec Chapel Sermons, vol. iv., pág. 290.

Referencias: 2 Corintios 13:14 . Púlpito de la Iglesia de Inglaterra , vol. iii., pág. 285; R. Maguire, Christian World Pulpit, vol. i., pág. 465; JT Stannard, Ibíd., Vol. xiv., pág. 260; E. Hatch, Ibíd., Vol. xxxiii., pág. 353; J. Hall, Ibíd., Vol. xxxiv., pág. 56; Preacher's Monthly, vol. v., pág. 294; J. Edmunds, Sermones en una iglesia de aldea, pág. 243; TM Herbert, Sketches of Sermons, pág. 318; TT Lynch, Ministerio de tres meses, pág. 313.

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