Apocalipsis 22:16

I. El hombre está constituido por su Hacedor de tal modo que, cuando se le propone algún curso de acción, tiene el poder de determinar y decidir si aceptará el consejo y actuará en consecuencia o no. Él puede decir: "Lo haré" o "No lo haré", cuando el Espíritu y la novia digan: "Ven". Al mismo tiempo, el hombre no debe olvidar que, aunque tiene el control de su voluntad, sus voliciones están sin embargo influenciadas por motivos; y por lo tanto a nuestros motivos se debe mucha atención.

Debe existir algún motivo fuerte que lo contrarreste si un hombre se niega a intentar lo que obviamente le interesa hacer. De ahí que sea importante para nosotros considerar no solo a qué se invita a un hombre, sino también de qué se le llama. Cuando rechaza una invitación para acercarse al Rey de reyes, debemos buscar comprender qué motivo existe para evitar su venida.

II. Cuando el Espíritu y la esposa dicen: "Ven", no eres necesariamente llamado de los negocios del mundo o de esas ventajas y placeres mundanos que se emprenden para procurar los negocios. Si los negocios están permitidos, también está permitido, dentro de los límites prescritos, disfrutar de los frutos de su industria. El Espíritu y la novia te llaman de esa absorción en los asuntos mundanos que te dejan sin tiempo, sin mente, para pensamientos elevados y santos sobre temas elevados y celestiales, sin tiempo, sin mente, para reflexionar sobre la vida y la muerte, sobre el tiempo y la eternidad. , sobre el cielo y el infierno, sobre la salvación y un Salvador, sobre la condenación y Satanás.

III. ¿A quién estamos llamados? Somos llamados a Aquel que en nuestro texto se describe a sí mismo como la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana. Nos lanzamos a un océano turbulento. Muchos deberes conflictivos deben ocupar nuestra atención y pensamientos. Por tanto, nuestros ojos deben estar fijos en el Señor Jesucristo, la estrella que brilla con todo el resplandor de la Deidad; debemos buscar Su guía mediante el estudio de las Sagradas Escrituras, de modo que podamos dirigir nuestro rumbo de acuerdo con los principios que para nuestra dirección y guía se revelan allí. A esto somos llamados por el Espíritu y la Esposa.

WF Hook, Sermones parroquiales, pág. 352.

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