Génesis 12:1

(con Génesis 9:1 )

Nadie ha dudado nunca de que las palabras de Génesis 9:1 son una bendición divina sobre la raza humana.

I. Hay algo especialmente apropiado en este lenguaje para los habitantes de una tierra restaurada. Compárelo con los sencillos registros de la vida de Adán en el jardín y percibirá que está entrando en una etapa más avanzada de la historia de la humanidad. Se han dado dos pasos por adelantado: (1) Todo hombre es ahora el guardián de su hermano. Cada hombre está derramando su propia sangre cuando derrama la sangre de su hermano.

Las palabras "el hermano de todo hombre" expandieron el principio de la familia a un poder superior. Declararon que la raza era una familia; insinuaban que la sociedad debía construirse sobre el reconocimiento de una relación real entre los diferentes miembros de ella; (2) se otorga a la vida una dignidad superior a la que tenía antes, ya sea que viva en un hombre o sólo en una criatura inferior.

II. Esta es la primera ocasión en la que nos encontramos con la frase "pacto". El hombre era parte del pacto en el sentido de que podía creer o no creer en la señal que se decía que llevaba ese testimonio divino. Todos sus actos futuros dependerían de esta diferencia, porque dependerían de la cuestión de si adoraba a un ser en quien confiaba o a quien consideraba un enemigo. El hombre vive por fe; y hasta que la fe sea invocada en él, todavía es un animal con las capacidades de un espíritu.

III. La historia de Abram es la gran ilustración de esta verdad. Todo hombre infiel de la raza de Abram, todo hombre infiel en cualquier lugar, sería un dios; no reclamaría el derecho de conocer a Dios y ser como Él. Por tanto, todos ellos fueron tentados a hacerse dioses propios y a olvidarse del Dios viviente. La fe de Abram consistió en no hacer esto al reconocer que el Señor era Dios. Creyó en la promesa de Dios. Consideró que era la mayor bendición y gloria, no que él fuera bendecido, sino que fuera el canal de bendición para multitudes desconocidas.

FD Maurice, Los patriarcas y legisladores del Antiguo Testamento, p. 68. Referencia: xii 1-3. El púlpito del mundo cristiano, vol. xxix., pág. 394.

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