Juan 1:45

Los primeros discípulos Natanael.

I. Mire primero la preparación que un alma trajo a Cristo a través de un hermano. "Felipe encuentra a Natanael". El prejuicio de Natanael no era más que dar voz a una falta que es tan amplia como la humanidad, y con la que tenemos que luchar todos los días de nuestra vida, no solo en lo que respecta a los asuntos religiosos, sino a todos los demás, a saber, el hábito de estimar. personas, y su trabajo, y su sabiduría, y su poder, por la clase a la que se supone que pertenecen.

"Felipe le dijo: Ven y mira". No va a discutir la cuestión. Él da la única respuesta posible. "Tú me preguntas: ¿Puede salir algo bueno de Nazaret? Ven y mira si es bueno o no; y si lo es, y salió de Nazaret, pues bien, la pregunta se ha respondido sola". La calidad de una cosa no puede determinarse por el origen de una cosa.

II. La conversación entre Cristo y Natanael, donde vemos un alma unida a Cristo por Él mismo. La omnisciencia de Cristo, como se manifiesta aquí, muestra (1) cuán feliz está Cristo cuando ve algo bueno, cualquier cosa que pueda alabar, en cualquiera de nosotros. (2) Aquí tenemos la omnisciencia de nuestro Señor presentada como consciente de todas nuestras crisis y luchas internas. En nuestras horas de crisis y en nuestros monótonos momentos sin incidentes; en el torrente de las aguas furiosas, cuando la corriente de nuestras vidas es atrapada entre las rocas y en los largos y lánguidos tramos de su más suave corriente; cuando luchamos con nuestros miedos o anhelamos Su luz; o incluso cuando está sentado mudo e imperturbable, como hombres de nieve, apático y congelado en nuestra indiferencia, Él nos ve, se compadece y ayuda a la necesidad que contempla.

III. Una palabra más sobre esta confesión entusiasta que corona el conjunto: "Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel". Las campanillas del corazón del hombre están sonando. No es un mero reconocimiento intelectual de Cristo como Mesías. La diferencia entre la mera creencia en la cabeza y la fe del corazón radica precisamente en la presencia de estos elementos de confianza, de lealtad entusiasta y sumisión absoluta.

A. Maclaren, El ministerio de un año, segunda serie, pág. 169.

Referencias: Juan 1:45 . Spurgeon, Sermons, vol. xvi., núm. 921; Homilista, tercera serie, vol. vii., pág. 22; Ibíd., Cuarta serie, vol. i., pág. 240.

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