Juan 20:10

Cristo no en el sepulcro

I. Los dos discípulos se fueron creyendo, porque encontraron que Cristo no estaba en el sepulcro. Pero María Magdalena vino y les dijo que lo había visto resucitar y había escuchado su voz con sus oídos. Lo que ella les dijo a Pedro y Juan, ahora nos lo están contando Pedro y Juan. Nos dicen que le han oído, que le han visto con los ojos, que le han mirado, sí, que le han tocado con las manos.

Podemos confiar en su testimonio, como ellos confiaron en el de ella, estando muy dispuestos a creer que Él estaba vivo, porque habían descubierto que no estaba entre los muertos. Y así nosotros, encontrando que no está entre los muertos, viendo y conociendo los frutos de su evangelio, los frutos vivos y siempre crecientes de él, bien podemos creer que su Autor ha resucitado, y que los dolores de la muerte fueron desatados desde el principio. Él, porque no era posible que Él fuera retenido por ellos. De esta manera, como los dos discípulos, se puede decir que todos somos testigos de la resurrección de Cristo.

II. Pero esto ya pasó, como con los dos discípulos, y vamos de nuevo a nuestras propias casas. Allí, no están presentes ante nosotros ni el sepulcro vacío ni el Salvador resucitado, sino escenas comunes y ocupaciones familiares, que en sí mismas no tienen nada de Cristo. ¿No podemos esperar que Cristo y el Espíritu de Cristo nos visiten mientras estamos en estos nuestros llamamientos diarios, como vino a sus discípulos Pedro y Juan cuando seguían sus negocios como pescadores en el lago de Genesareth? ¿Cómo podemos hacer que Él nos visite? Hay una respuesta mediante la oración y la vigilancia.

Todos tenemos en verdad un gran llamado todavía por delante; y con respecto a eso todos nos estamos preparando todavía. Y para ese gran llamado, común a todos nosotros, todos necesitamos la misma disposición común; y esa disposición se efectuará en nosotros sólo por los mismos medios, si ahora, antes de que venga, Cristo y el Espíritu de Cristo, en nuestros hogares y llamamientos diarios, sean persuadidos para que nos visiten.

T. Arnold, Sermons, vol. iv., pág. 190.

Referencia: Juan 20:10 ; Juan 20:11 . J. Key, Christian World Pulpit, vol. vii., pág. 211.

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