Juan 19:41

I. El entierro de Cristo se encuentra entre su humillación y su exaltación. Es el punto de pausa de su historia, quien, por el sufrimiento de la muerte, fue hecho un poco más bajo que los ángeles; el momento en que la esperanza y la fe de sus seguidores se pusieron a prueba; cuando la victoria parecía estar con su enemigo. Pero era solo aparente. La tumba era para Jesucristo la puerta de la vida; Pasó a Su gloriosa resurrección.

II. Al ser sepultado, nuestro Señor cumplió lo que estaba escrito de él; y no solo eso, sino que de ese modo nos ha dado la mejor y más positiva seguridad de que murió por nosotros. Los hombres, se ha dicho con certeza, no son arrojados a la tierra antes de morir. El entierro solo sigue después de la expiración del alma y el cuerpo, después de que la vida se extingue. El hecho de que nuestro Bendito Señor haya sido depositado en la tumba, pone el sello más seguro sobre la realidad de Sus sufrimientos. Demuestra que la espantosa escena del Calvario no fue un cuadro oscuro, ni un producto de la invención del hombre, sino algo que realmente ocurrió.

III. Una vez más, se necesitaba la sepultura de Jesucristo como preparación para Su gloriosa resurrección. Ese gran acontecimiento en el que descansa nuestra esperanza de volver a vivir habría querido su prueba completa, si no hubiera sido precedido por Su entierro. No se puede decir que resuciten hombres que nunca han muerto. Si Cristo nuestro Señor, que descendió del cielo y fue hecho hombre por nosotros y para nuestra salvación, por el poder que había en él, hubiera regresado al cielo sin morir, como seguramente podría haberlo hecho, no habríamos tenido ninguna seguridad. Prométeme que nos levantaremos de nuestras tumbas.

Seguros como estamos de que Cristo fue sepultado, y que resucitó y dejó su tumba, podemos tener alegría y consuelo ante la perspectiva de nuestra propia muerte, y al mirar atrás a las muertes que nos han precedido.

RDB Rawnsley, Village Sermons, tercera serie, pág. 84.

Referencias: Juan 19:41 ; Juan 19:42 . H. Melvill, Voces del año, vol. i., pág. 376; Revista homilética, vol. ix., pág. 142; Homilista, vol. VIP. 33. HW Beecher, Sermons, 1870, pág. 31. Jn 20: 1. Homiletic Quarterly, vol.

v., pág. 164. Juan 20:3 . HW Beecher, Christian World Pulpit, vol. xxv., pág. 10. Juan 20:8 . Revista del clérigo, vol. iv., pág. 224.

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