Mateo 11:23

I. Considere primero lo que implica la denuncia de Capernaum como exaltada hasta el cielo. La Biblia encuentra al hombre en un jardín, lo deja en una ciudad. No podemos dejar de pensar que aquí se nos insinúa que el tipo más elevado de vida es la vida social; que el hombre, en el desarrollo más noble de sus dones, no es una criatura destinada a vivir en ningún grado por sí mismo o para sí mismo, sino a habitar en estrecho contacto con sus hermanos, en una condición en la que tanto su felicidad como su santificación han de ser aumentada por y para encontrar alcance en la simpatía mutua y la sujeción mutua.

Por lo tanto, lo tomamos como una visión muy superficial de las cosas que considera una gran ciudad como un gran mal, y una vida de ciudad en su naturaleza inferior a la vida en el campo en excelencia moral y religiosa. Pero mientras esto es así, es posible que no cerremos los ojos ante el hecho de que la vida en la ciudad tiene tentaciones propias. Nuestro Señor habla de Capernaum como exaltada hasta el cielo; y es esta precisa exaltación de sí mismo la que es la trampa de todo hombre que forma parte de una gran comunidad.

El concurso de hombres juntos tiende a poner a Dios a distancia. Los hombres llegan gradualmente a confiar en sí mismos, a prescindir de Dios. Ahora bien, es esta auto-exaltación, que crece tan gradual y tan naturalmente en las grandes ciudades, que Cristo en el texto amenaza con la ruina de ser derribado. Y así llegamos a una lección provechosa para todos, que si queremos llevar una vida a salvo del abatimiento de la vergüenza y el cuidado, debemos mantener constantemente ante nosotros, como regla y motivo, el pensamiento de un siempre presente, personal. Dios.

II. Pero no es sólo el ser independiente de Dios lo que nuestro Señor atribuye a Capernaum. Él dice que es en un grado especial insensible a Su propio poder obrador de maravillas. Y aquí, de nuevo, se nos aparece Cristo para poner al descubierto otra falta a la que las comunidades grandes y florecientes son particularmente responsables, a saber, la insensibilidad a las impresiones religiosas. Hay varias formas en las que esta insensibilidad se manifiesta.

Quizás, entre nosotros, lo prueba principalmente la pequeña proporción de la población que asiste a los servicios públicos o participa de la Cena del Señor. La raíz de la negligencia es lo que Cristo menciona en el texto, una insensibilidad a todas las impresiones religiosas, una incredulidad a medias en cualquier operación real de Dios entre nosotros. Es el espíritu de independencia e insensibilidad cuyo derribo final predice nuestro Señor.

Obispo Woodford, Occasional Sermons, vol. ii., pág. 135.

Referencia: Mateo 11:23 . H. Melvill, Penny Pulpit, No. 2.510.

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