Mateo 21:23

Por qué Cristo no pudo dar a conocer su autoridad a los fariseos.

I. Juan había dicho a los fariseos: "Haced frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis en deciros a vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede, de estas piedras, levantar hijos para Abrahán." Ellos decían dentro de sí mismos: "Tenemos a Abraham por padre", mientras que no tenían ninguna semejanza con Abraham. Se envolvían en una cómoda seguridad, mientras tenían una sensación de vacío interior. Se regocijaban en la profesión de fe en un Dios invisible; no creían en el Dios invisible.

II. Nuestro Señor no se negó arbitrariamente a decirles a los fariseos cuál era su autoridad a menos que ellos pudieran decirle si creían en la misión de Juan. Se negó a decirles lo que no podían entender excepto bajo una condición previa. ¿Seguían siendo los hombres orgullosos, despectivos y engreídos a quienes Juan había denunciado? No podían saber cuál era la autoridad de Cristo; no pudieron entrar en su significado, que se les defina con la más Divina exactitud.

¿Habían escuchado las palabras de John? ¿habían sentido que ellos tanto como cualquier gentil necesitaban ser limpiados, y que Dios debía limpiarlos? ¿Habían recibido el llamado al arrepentimiento como el mejor, el más cómodo, el más Divino de todos los mensajes, no solo para el publicano, sino para ellos? Entonces estaban en condiciones de aprender acerca de ese misterioso gobierno sobre el corazón y la voluntad que Cristo lleva a cabo; entonces pudieron sentir algo de la libertad, la universalidad y la cualidad penetrante de Su gracia real.

Cada profeta había venido proclamando que los valles debían ser exaltados, que las montañas y colinas debían ser abatidas, porque cada profeta había venido dando testimonio de un reino divino, eterno e invisible, que reclama a todos como sus súbditos, que rehúsa sus bendiciones a nadie. que no eligen estar sin ellos.

FD Maurice, Sermons, vol. iv., pág. 95.

Referencias: Mateo 21:23 . Parker, Vida interior de Cristo, vol. iii., pág. 109. Mateo 21:25 . Revista homilética, vol. x., pág. 99.

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