Mateo 7:1

La ley guardada por simpatía. "No juzguéis, para que no seáis juzgados." Esta palabra de Cristo implica

I. Que no debemos estar ansiosos por espiar las faltas de nuestro prójimo, porque eso no es digno, no cristiano, no cumpliendo la ley de Dios. Cuanto más vigilantes estamos sobre él, más descuidados somos de nosotros mismos. Cuanto menos evitamos sus defectos, más tiernos nos volvemos los nuestros. Los hombres más censuradores son los mismos hombres que son ellos mismos los menos intachables, los más indulgentes con sus propios pecados acariciados.

II. Que tampoco hablemos apresuradamente de los pecados de nuestro prójimo. La disposición a espiar fallas es una cosa; otra cosa es estar ansioso por hablar de ellos y señalarlos a los demás. Generalmente, las dos cosas se combinan. Y esta es, en verdad, la maldad de ese tipo de carácter, que rara vez, si es que alguna vez, se abstiene de proclamar las faltas que es tan propenso a descubrir, imprudente por el dolor o el daño que así puede infligir; de lo contrario, el mal resultante de tal hábito se limitaría principalmente al hombre mismo que se entregaba a él.

III. Esto implica también que debemos velar por ese espíritu poco caritativo que siempre está dispuesto a atribuir los peores significados y los peores motivos a la conducta de nuestro prójimo. Si hay algún deber moral que, más que otro, destaca como insignia y símbolo del cristianismo, es la caridad.

IV. En todos estos asuntos debemos regirnos por la gran ley de la simpatía moral: "Todo lo que quieran que los hombres les hagan, hágalo también a ellos". No juzgues a tu prójimo de una manera que no te gustaría que te juzgara a ti. No espíe sus faltas de una manera que consideraría cruel y poco generosa si se las hiciera a usted mismo; no hable de sus errores, ya que le parecería injusto que hablen y balbuceen los suyos propios; no le atribuya motivos viles y significados perversos, que consideraría injustos si se los atribuyera a usted. Así haced con los demás todo lo que queréis que os hagan a vosotros.

WC Smith, El Sermón del Monte, pág. 276.

Referencias: Mateo 7:1 . HW Beecher, Christian World Pulpit, vol. VIP. 42; Preacher's Monthly, vol. iv., pág. 27. Mateo 7:1 ; Mateo 7:2 . Preacher's Monthly, vol.

iii., pág. 172. Mateo 7:1 . Parker, Vida interior de Cristo, vol. i., pág. 234; J. Oswald Dykes, Manifiesto del Rey, pág. 529.

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