Romanos 15:1

Contra el autocomplacencia.

I. No debemos complacernos a nosotros mismos. "Nosotros": ¿quiénes somos nosotros? Cristianos, pero no solo eso. Entre los cristianos, los fuertes. "Nosotros los que somos fuertes". La fuerza aquí indicada no es la fuerza general del carácter cristiano, aunque eso en cierta medida está implícito, sino la fuerza en un aspecto de una amplia fe inteligente en cuanto a la legalidad de todo tipo de alimentos y en cuanto a la completa abrogación de la ley mosaica.

Es muy notorio que el Apóstol no tiene una exhortación correspondiente a los débiles. Supongo que previó que muy pocos estarían dispuestos a aceptar los términos como descriptivos de sí mismos y de su estado de que para uno que iría y se colocaría bajo la inscripción "el débil", habría diez listos para estar bajo el nombre y la inscripción de " El fuerte." En cuanto a complacer a uno mismo, nunca es bueno en ningún caso.

(1) Es la esencia del pecado. (2) Siempre tiende a la mezquindad de carácter. (3) Tiende a la corrupción, al igual que el agua estancada se vuelve inadecuada para su uso. (4) Siempre inflige daño y miseria a los demás. (5) Es enormemente difícil para el yo que siempre busca ser complacido, tan difícil, de hecho, que en última instancia es absolutamente imposible de realizar.

II. Si no somos nosotros mismos, entonces ¿quién? "Cada uno de nosotros agrada a su prójimo". Pero aquí surge una dificultad, y sin embargo, no es una gran dificultad cuando la miramos con más detenimiento. Es esto. Si el vecino ha de agradarme a mí, ¿por qué el vecino no debería agradarme a mí a cambio? Si ha de haber una obligación, seguramente debe ser mutua. Aquí está la salvaguarda en el pasaje mismo. "Debo agradar a mi vecino por su bien para la edificación.

"Una de estas palabras explica la otra." Bueno para la edificación "significa bien en el sentido espiritual, bien religioso; la edificación del carácter en la vida espiritual. Ese es el fin y el fin de cualquier cumplimiento de sus deseos que Ambos debemos tomar prestado, cada uno de cada uno, y luego actuar de la mejor manera. Si el espíritu es bueno, habrá pocas dificultades prácticas en establecer los límites de concesión en cada uno de agradar a su prójimo para su bien para edificación.

III. Para ayudarnos a hacer esto, debemos considerar mucho y profundamente el ejemplo de Cristo. Cuando estuvo aquí, nunca se perdonó. Nunca eligió el camino más fácil, nunca esperó el clima, nunca pospuso el cumplimiento de un deber. He aquí un ejemplo, elevado y glorioso, pero cercano, humano y conmovedor. Y debemos hacer lo que Él hizo y ser como Él fue. Incluso Cristo no se agradó a sí mismo.

A. Raleigh, The Little Sanctuary, pág. 176.

Referencias: Romanos 15:2 . SA Tipple, Sunday Mornings at UpperNorwood, pág. 250; HW Beecher, Cuarenta y ocho sermones, vol. i., pág. 22; G. Litting, Treinta sermones para niños, pág. 1; J. Vaughan, Children's Sermons, sexta serie, pág. 39.

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