Salmo 119:33

Había dos pensamientos en la mente del salmista:

I. Que había algo en el mundo que debía aprender y que aprendería, porque todo en esta vida y en la siguiente dependía de que lo aprendiera. Y lo que él quiere aprender, lo llama estatutos de Dios, la ley de Dios, los testimonios de Dios, los mandamientos de Dios, los juicios eternos de Dios. Eso es lo que siente que debe aprender, o de lo contrario llegará a sufrir un dolor absoluto, tanto en cuerpo como en alma.

II. Que si ha de aprenderlos, Dios mismo debe enseñárselos. El salmista sostenía que un hombre no podía ver nada a menos que Dios se lo mostrara. Sostuvo que un hombre no puede aprender nada a menos que Dios le enseñe y, además, le enseñó de dos maneras: primero le enseñó lo que debía hacer y luego le enseñó cómo hacerlo.

III. Debemos aprender: (1) la ley de Dios. En el momento en que haces algo malo, te sometes a la Ley, y la Ley te castigará. Por lo tanto, su única oportunidad de estar seguro en esta vida y para siempre es aprender las leyes y los estatutos de Dios acerca de su vida, para que pueda pasar por ella con justicia, honradez, virtud y éxito. (2) los mandamientos de Dios. "Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos". (3) los testimonios de Dios; lo que ha presenciado y declarado acerca de sí mismo y de su propio carácter: su poder y su bondad, su severidad y su amor. (4). Los juicios de Dios; la forma en que recompensa y castiga a los hombres. La Biblia está llena de relatos de los justos y misericordiosos juicios de Dios.

IV. Dios no solo nos ha ordenado que aprendamos; Él ha prometido enseñar. El que escribió el Salmo ciento diecinueve lo sabía bien, y por eso su salmo es una oración para enseñar y una oración para luz.

C. Kingsley, Westminster Sermons, pág. 120.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad