Salmo 40:7

I. ¿Cuándo dijo Cristo estas palabras? ¿A qué fecha se refiere "entonces"? Ningún número puede calcular las edades atrás, y ninguna mente puede sondear la profundidad de ese pasado de la eternidad desde que se escuchó por primera vez la nota de advenimiento de Cristo, cuando el "decreto" fue escrito en ese volumen, y ese acto de la dedicación de nuestro Señor por Él mismo para el hombre tuvo lugar. Por los siglos de los siglos dijo: "Vengo". La palabra traducida "vengo" significa literalmente "vengo". De modo que, en el lenguaje que se usa aquí, está el misterio mismo del ahora eterno, omnipresente, que hace a Dios. Siempre es pasado; siempre está presente; siempre es futuro. "Yo voy."

II. En los archivos de la eternidad, el misterio se ha mantenido durante siglos. "Mira, yo vengo." Apenas habían caído nuestros primeros padres cuando se encontró con ellos en el sacrificio del altar diario. Estaba reflejado en la ley de Moisés; era la nota del Ángel en el desierto, el Ángel de la Iglesia, el Señor Jesús. Juan el Bautista lo oyó en el desierto, y la hueste celestial lo cantó en las colinas de Belén. Cada día y cada hora se escucha en el alma de cada creyente; y extendiéndose ahora hacia cosas mayores que están por venir, es la clara nota de trompeta de la esperanza de toda la Iglesia: "He aquí, vengo".

III. Las palabras llevan consigo otra verdad: dondequiera que haya dificultad, donde haya pecado, o dolor, o necesidad, en la medida en que la dificultad, el pecado, el dolor, la necesidad se vuelvan extremas, allí viene Jesús. No es uno, sino una larga serie de advenimientos, Jesús acercándose a nosotros y nosotros, a medida que somos atraídos, acercándonos un poco más a Él, día a día, hora a hora, momento a momento. Es así que se hace la obra, y es para que se establezca la unión entre un pecador y Cristo, esa unión que nunca podrá romperse por los siglos de los siglos.

J. Vaughan, Cincuenta sermones, cuarta serie, pág. 88.

Referencias: Salmo 40:7 . J. Vaughan, Children's Sermons, quinta serie, pág. 60; H. Scott Holland, Lógica y vida, pág. no.

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