Salmo 85:10

Estos cuatro versículos son una imagen cuádruple de cómo el cielo y la tierra deben mezclarse y armonizarse.

I. Tome el primer verso: "La misericordia y la verdad se encuentran", etc. Tenemos aquí las hermanas gemelas celestiales y la pareja terrenal que corresponde. Misericordia y Verdad, dos ángeles radiantes, como vírgenes en una solemne danza corística, unidos de la mano, salen del santuario y se mueven entre los oscuros lugares de los hombres, haciendo "un sol en un lugar sombrío"; ya ellos les llega, unidos en un dulce abrazo, otra pareja, cuyas vidas dependen de las vidas de sus hermanas mayores y celestiales: Justicia y Paz.

(1) En la experiencia del hombre, la justicia y la paz no pueden separarse. (2) La justicia y su hermana gemela La paz solo llega en la medida en que la misericordia y la verdad de Dios son recibidas en corazones agradecidos.

II. En el undécimo verso "La verdad brotará de la tierra, y la justicia mirará desde el cielo", tenemos a Dios respondiendo a la verdad del hombre. (1) La verdad del hombre comenzará a crecer y florecer en respuesta, por así decirlo, a la verdad de Dios que cayó sobre ella. (2) La justicia mirará desde el cielo, no en su aspecto meramente judicial, sino como la perfecta pureza moral que pertenece a la naturaleza divina, la cual inclinará una mirada amorosa sobre los hombres de abajo y marcará el nacimiento de cualquier bien imperfecto y agradecimiento en nuestros corazones.

III. Luego está el tercer aspecto de la relación ideal entre la tierra y el cielo que se establece en el siguiente versículo: "Sí, el Señor dará lo bueno, y nuestra tierra dará su fruto"; es decir, el hombre respondiendo al don de Dios. Aquí se desarrolla la gran verdad de que la fecundidad terrenal sólo es posible mediante la recepción de dones celestiales.

IV. La última fase de la cuádruple representación de la relación ideal entre la tierra y el cielo es: "La justicia irá delante de él, y nos pondrá por el camino de sus pasos"; es decir, Dios enseña al hombre a caminar en sus huellas. El hombre puede andar en los caminos de Dios, no solo en los caminos que le agradan, sino en los que son semejantes a Él. "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto".

A. Maclaren, El ministerio de un año, primera serie, pág. 15.

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