Zacarías 12:10

I. En este pasaje, Cristo no está hablando de sus verdaderos crucificadores, sino solo de sus hijos o descendientes. Pero estos hijos o descendientes se describen como las partes que traspasaron al Salvador; y no sólo eso, sino que se desprende de la forma de expresión que deben considerarse imputables de tan atroz crimen. Esta apropiación personal de la culpa de crucificar a Cristo se requiere tanto de nosotros como de los judíos reinstalados.

Es prácticamente negar que tenemos la misma naturaleza corrupta para dar por sentado que deberíamos haber evitado con aborrecimiento toda participación en su crimen. El camino correcto es asumir la culpa sobre nosotros mismos, considerar a los judíos simplemente como nuestros representantes, considerar al Redentor como Aquel a quien nosotros mismos traicionamos, crucificamos y traspasamos.

II. Note la estrecha conexión entre recibir "el espíritu de gracia y de súplica" y mirar a Aquel a quien nosotros mismos hemos traspasado. Si alguna vez se obtuviera en los hombres un deseo sincero de orar, si se les hiciera sentir que se han alejado de Dios por sus iniquidades, se dedicarían a buscar el perdón y estarían dispuestos a cerrar con deleite con las ofrendas de Dios. el Evangelio, admitiendo la idoneidad de sus arreglos y admirando sus gracias. Movidos por el espíritu de súplica, sentirían que, a menos que haya una cruz a cuyos pies caer en vano, clamarán: "Dios, ten misericordia de mí, pecador".

III. Tarde o temprano, debemos mirar a Aquel a quien hemos traspasado, y depende totalmente de que lo miremos en este nuestro día de probación si será con terror o con gozo que lo miremos en el día de la retribución.

H. Melvill, Penny Pulpit, No. 1.583.

Referencias: Zacarías 12:10 . Spurgeon, Sermons, vol. x., núm. 575 vol. xxiii., núm. 1362; Ibíd., Mis notas del sermón: Eclesiastés a Malaquías, págs. 380-2. Zacarías 12:12 . Ibíd., Pág. 384. Zacarías 12 W.

Revista homilética de Lindsay Alexander , vol. x., pág. 224. Zacarías 12 ; Zacarías 13 Expositor, 3ra serie, vol. iv., pág. 335.

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