UN NUEVO DISPUTADOR

'Escúchame; Yo también mostraré mi opinión. '

Job 32:10

I. Ahora se escucha la última voz en la controversia terrenal. —Es una nueva voz, y Job nunca tiene la oportunidad de responder. Además, Dios en los movimientos finales no se fija más que en la interrupción, y en el epílogo Eliú no tiene lugar. Sin embargo, el largo discurso de este hombre está lleno de interés y mueve su percepción a un plano más alto que el de los hombres que han hablado.

En los primeros cinco versículos, Eliú es presentado por el autor del libro. Sus tres amigos guardan silencio porque no pueden convencer a Job de su culpabilidad. En presencia de su incapacidad, Eliú, quien evidentemente ha escuchado todo el argumento, se conmueve de ira. Esta ira es contra Job, porque se ha justificado a sí mismo antes que a Dios. Está en contra de los amigos de Job, porque no han estado a la altura de la tarea que se propusieron.

II. En la apertura de su discurso, Eliú se disculpa. —La razón de su silencio ha sido la de su juventud. Mientras escuchaba, ha llegado a la conclusión de que la edad no siempre es sabiduría. Dirigiéndose a los amigos, declara que ha esperado, y han fallado, e indica su intención de adoptar un nuevo método. La disculpa termina con un soliloquio, en el que considera el fracaso de los otros hombres y habla de su propia conciencia de convicción y disposición para hablar.

Luego apela a Job pidiéndole atención, asegurándole sinceridad en el motivo y finalmente declarando que le habla como un camarada y no como un juez o alguien que lo llenaría de terror.

Ilustración

Eliú era un joven no desprovisto de esa hermosa modestia que tan bien se convierte en la juventud. Se disculpa por hablar en presencia de hombres mucho mayores y presumiblemente mucho más sabios que él. Pero se vio obligado a hablar. Menos mal que habló, porque su expresión fue de gran valor. El motivo alegado indica la sabiduría y la piedad de este joven. Todo lo que posee el hombre de entendimiento, lo atribuye a la inspiración del Todopoderoso en el espíritu humano. Y esta era la creencia de los mejores hombres en los tiempos antiguos, no solo de la nación hebrea, sino de todas las naciones '.

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