BENDICIÓN DE DIOS

'La bendición del Señor sea con ustedes'.

Salmo 129:8

I. Este es un saludo pasajero, pronunciado por un buen hombre a sus semejantes, o incluso al maíz que crece, la vida fecunda de la naturaleza o las gavillas que el encuadernador envuelve en su pecho. Tales saludos son comunes en Oriente, como lo han sido desde tiempos inmemoriales. Cuando Booz entró en el campo, que contenía la joya de su vida, aunque no lo sabía, dijo a los segadores: '¡El Señor esté con ustedes!' Y ellos le respondieron: '¡El Señor te bendiga!' De hecho, el oriental es tan profuso en sus saludos que Eliseo ordenó a su sirviente que no saludara a nadie por el camino.

II. Es un acto religioso y un deber cristiano ajustarse con sinceridad a los usos de la cortesía cortés y ordinaria. —Es imposible que los que siguen a Jesucristo no sean perfectos en sus modales, como verdaderos caballeros y señoras. Una fina sensibilidad a los sentimientos y derechos de los demás, una presencia alegre y alegre, la dispersión de palabras amables y corteses, el saludo matutino y el saludo de paz vespertino: estos son algunos de los lugares comunes de un porte cristiano de tono elevado. Son los modales del Reino de Dios.

III. Es sumamente necesario controlar nuestros sentimientos, ungir nuestra cabeza y lavarnos la cara, abstenernos de exponer innecesariamente nuestros dolores, rechazar la tentación de aumentar la pesada carga del dolor del mundo dilatándonos por nuestra cuenta. Vayamos por el mundo como una banda de música calle abajo, lo que lo deja más alegre. Busquemos ser bendecidos y ser una bendición. Pidamos ser llenos de tal manera que la copa se desborde. Seamos tan llenos del Espíritu, como lo estuvo Pedro, para que aquellos que están enfermos del alma puedan encontrar la curación en nuestra misma presencia.

Ilustración

'Las escenas más bellas de la tierra han sido a menudo las escenas del sufrimiento más amargo que el hombre puede infligir a su prójimo, y el azote ha abierto largos surcos de sangre sobre la carne temblorosa del esclavo. Pero hay un lugar donde el alma afligida puede encontrar refugio. Está en el corazón de Dios; no allá en el cielo, sino aquí y ahora. Toma el corazón roto como una madre a su hijo sollozante, que lo aprieta contra su pecho.

Él vierte el vino y el aceite de Su consuelo, como el buen samaritano a las heridas del viajero emboscado. Corta en pedazos las cuerdas con las que nuestros enemigos nos habían atado, reteniéndonos hasta que tuvieran tiempo de completar su cruel intento; pero cuando vienen se encuentran con que nos hemos ido. Él es justo, reivindica nuestra suerte y hace que los que nos odian se avergüencen. Son como la hierba seca de los tejados, mientras que los justos florecen como la palmera y crecen como el cedro del Líbano.

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