Cantares de los Cantares 3:7 . He aquí su lecho, que es de Salomón; el palacio donde duerme, y donde se conservan tantos tesoros de oro y obras de arte. Setenta hombres valientes lo hacen. Su guardaespaldas, montado a diario y compuesto por los hombres más elegantes de los que la nación podía jactarse. La persona de un rey es sagrada, su seguridad implica la seguridad de una nación; por tanto, su persona debe ser custodiada con todas las precauciones y la debida defensa.

REFLEXIONES.

Los sentimientos del corazón durante la ausencia del objeto de su apego son la más pura evidencia de cuánto y con qué sinceridad amamos. Aquí la iglesia descubre su amor por Cristo buscándolo en la soledad. Ya sea postrada en el trono de la gracia o descansando en su cama, suspiró por el regreso de su Señor. Ella lo buscó en la oscuridad y fue expuesta a insultos en la calle. Nuestro amor no tiene importancia si no supera las dificultades en la búsqueda del favor divino.

Ella lo buscó con perseverancia, tanto en el camino abierto como en las calles estrechas. Ella no lo encontró por un tiempo; pero cuando lo encontró, lo llevó a la casa de su madre. Y como esto no puede ser cierto para la hija de Faraón, es muy obvio que Salomón debe hablar aquí de un alma que busca el favor de Dios. Por eso se nos instruye a buscar al Señor con todo nuestro corazón, y no desanimarnos ante las dificultades, porque su misericordia es mejor que la vida.

Vemos a continuación a la iglesia que sale del desierto, apoyada en su amado. En toda esta tierra desértica no tenemos nada en lo que apoyarnos sino en las palabras de Cristo, y no necesitamos otro brazo. Aquí tenemos amor, consuelo y defensa. Aquí tenemos honor, gloria y triunfo.

Una columna de nube de mirra e incienso asciende de su altar. Esta es la devoción de la iglesia; esto es oración y alabanza, que comprende todos los ejercicios de fe y amor. Estos son los sacrificios incesantes que los santos presentan a Dios.

A continuación, la iglesia hace una transición del desierto a la ciudad real y el palacio de Dios. Entra en el carro del estado de Salomón, entra en las espléndidas mansiones de la casa del Líbano, está rodeada de hombres valientes, de huestes de ángeles que velan por su seguridad con incesante deleite. Así, JEHOVÁ Jesús, aunque coronado de espinas en la tierra, es coronado en el día de su desposorio con guirnaldas de inmaculada belleza y deleite; porque llevar muchos hijos a la gloria es para él una corona de regocijo, una honra que no se desvanece.

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