Yo soy el Señor.

Mi deber a Jehová

Considere el significado de nuestro deber para con Dios; la gran verdad de que tenemos tal deber; y cómo es que lo tenemos.

I. El deber es algo que se debe de unos a otros: algo que debe darse, o debe hacerse; nada que se dé o se haga por obligación, bajo la influencia del miedo, extorsionado por la fuerza, ni siquiera un obsequio u ofrenda; bastante diferente a esto; si algo es un deber, debe hacerse porque está bien hacerlo y está mal omitirlo.

II. Las palabras del texto son, por así decirlo, el manual de señales por el cual Dios Todopoderoso, en Su trato con Su antiguo pueblo, los Hijos de Israel, reclamó de ellos el cumplimiento del deber que le debían. Las palabras que dieron validez a una ley israelita simplemente ensayaban el hecho de que el que dio la ley era Jehová; y no se añadió nada más, porque no quedaba nada más por decir.

III. Observe los principios de los que depende nuestro deber para con Dios.

1. Existe una relación, una estrecha conexión vital entre Dios y el hombre, que no existe entre Dios y ninguna otra de sus criaturas; el hombre es, en un sentido muy elevado, “el Hijo de Dios”, de modo que es inconcebible que los verdaderos propósitos y propósitos de Dios y del hombre puedan ser distintos. El hombre, hecho a la imagen de Dios, debe hacer la voluntad de Dios.

2. Nuestro deber para con Dios depende también del motivo de la elección. Dios trata con nosotros ahora como con Su Iglesia en tiempos pasados; sigue siendo una Iglesia de elección. Nosotros, a quienes Dios envía sus mandamientos, todavía se nos describe correctamente como redimidos de la casa de nuestra servidumbre; y si la redención de Israel fuera de Egipto no es nada mejor que el tipo y la sombra más tenues de la redención de la humanidad del poder del diablo, cuánto mayor es el llamamiento que se nos hace sobre la base de esa liberación que Jesucristo ha obrado. ( Mons. Harvey Goodwin. )

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