Por mí mismo he jurado

Dios mismo el fundamento de nuestras esperanzas

“Por mí mismo he jurado.

”Por sí mismo Dios nos jura; por Su poder, Su ternura, Su simpatía, Él asegura nuestros corazones.

1. Si retomamos cualquier trabajo para Dios, Él está comprometido - por Él mismo se comprometió con nosotros - a no despreciar ese trabajo, a guiarnos en él, a aceptarlo de nuestras manos.

2. Si volvemos a mirar cualquier cruz - encontramos el hogar oscurecido, o el negocio difícil, o la salud aún decayendo - si encontramos que las vacaciones y el descanso no barren la nube: detrás de la nube está Dios, fortaleciendo para la cruz es Dios, y por sí mismo nos jura que, al llevar esa cruz, nos conducirá a una corona.

3. Si estamos preocupados por la oscuridad del futuro, si las perplejidades aumentan a medida que los años - y las responsabilidades de los años - aumentan día a día, Dios está comprometido - por Él mismo comprometido - para guiar cada seguidor de confianza. Solo sigue adelante para conocer al Señor. Vaya, más allá de todo ese futuro oscuro está el cielo, la casa de nuestro Padre y la nuestra. Y cada paso entre el pequeño ahora y ese hogar brillante es tan seguro como lo es ese hogar y como lo es este ahora. ( T. Gasqucine, BA )

La promesa confirmada a Abraham por juramento

“A menudo antes Dios lo había prometido”, dice Agustín, “pero nunca juró”. Fue en reconocimiento de la evidencia que se acababa de brindar de la lealtad incondicional de Su siervo al pacto, que el Eterno se complació de esta manera sin igual en duplicar seguridades por Su propia fidelidad, antes de este juramento, Abraham tenía la palabra de Dios, y nada más, sobre el que construir su confianza.

Con esa simple garantía, había demostrado que podía construir de forma segura. Debido a que había juzgado imposible que Dios mintiera, ese día había entregado la única seguridad visible que poseía para el cumplimiento de la palabra de Dios, al sacrificar la vida en la que se volvió su cumplimiento. Él confió en el Todo-veraz y Todopoderoso para mantener la fe en Su amigo a Su propia manera. Precisamente por eso, un generoso prometedor le concedió al hombre algo más que una palabra desnuda.

"Al que tiene, se le dará". "Por cuanto has hecho esto, y no me has negado a tu hijo, el único tuyo, por mí mismo he jurado que te bendeciré". A partir de entonces, como explica el Nuevo Testamento, el creyente poseía, no una, sino “dos cosas inmutables” sobre las que descansar. Gracias a la obediencia de Abraham, todos hemos obtenido este "gran consuelo". ( JO Dykes, DD )

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