Y se guardan los estatutos de Omri

Omri y Acab: lecciones que vale la pena estudiar

En el largo y oscuro rollo de la infamia humana hay pocos nombres más oscuros que los de Omri y Ahab.

Aprender--

I. El sentimiento religioso en el hombre a menudo está terriblemente pervertido. Omri y Acab no eran idólatras ellos mismos, pero establecieron la idolatría en su país. El sentimiento religioso en el hombre es quizás el elemento sustrato de su naturaleza. El hombre está hecho para adorar y adorar al único Dios vivo y verdadero. Pero su intelecto está tan cegado, tan degradado su naturaleza, tan absolutamente corrupto, que, en lugar de adorar a lo infinitamente grande, se postra ante lo infinitamente despreciable. La perversidad del sentimiento religioso.

1. Explica los errores, crímenes y miserias del mundo. El amor más fuerte del hombre es la fuente de todas sus actividades, la fuente original de toda su influencia. Cuando esto se dirige a un ídolo, toda su vida se corrompe.

2. Revela la necesidad absoluta del hombre del Evangelio. No hay nada en el Evangelio de Cristo que pueda dar a este sentimiento una dirección correcta.

II. Esa obediencia a los soberanos humanos es a veces un gran crimen. La adoración de Baal fue promulgada por los "estatutos" de Omri, y reforzada por la práctica de Acab. Una ley humana, promulgada por el mayor soberano del mundo en relación con los estadistas más ilustres, si no está de acuerdo con los principios eternos de justicia y verdad, tal como se revelan en la Palabra de Dios, debe ser repudiada, renunciada y transgredida. “Juzgad si es justo obedecer a Dios antes que a los hombres”.

III. Que los crímenes de incluso dos hombres puedan ejercer una influencia corruptora sobre millones en las generaciones futuras. Los reinados de Omri y Acab fueron edades anteriores a la época en que vivió Miqueas. No obstante, sus promulgaciones aún fueron obedecidas, sus ejemplos aún se siguieron y sus prácticas aún se llevaron a cabo. La maldad de estos dos hombres fue ahora, siglos después, perpetrada por toda una nación. ¡Cuán grande es la influencia del hombre para bien o para mal! En verdad, un pecador destruye mucho bien. ( Homilista ).

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