El que tiene misericordia de los pobres, feliz es.

Pobreza de londres

Los problemas que presenta la pobreza son recurrentes. Quienes quieren enfrentarlos con éxito necesitan sabiduría y coraje. La civilización tiende a la separación de los hombres, pero el cristianismo puede unirlos hasta que constituyan una verdadera hermandad, en la que los fuertes ayudarán a llevar las cargas que aplastan a los débiles. Es una señal saludable que cuestiones como ésta estén siendo consideradas más de cerca y tratadas con más valentía que antes, especialmente por parte de los cristianos.

Si el cristianismo dogmático parece más débil, el cristianismo práctico es más fuerte. Sin duda, hay mucho para desanimar la piedad cuando intentamos conocer la condición de los pobres y prestarles un servicio por amor a Cristo. Nos encontramos con la imprevisión, la bebida y la impostura. No paliamos tal maldad e insensatez, sino que lo usaríamos más bien como un argumento para “considerar” a los pobres, para discriminar entre las cosas que difieren, para que la piedad y la generosidad fluyan en la dirección correcta.

La Escritura establece los principios que deben guiarnos. Bajo el judaísmo, las leyes que tendían a prevenir o aliviar la pobreza son muy prominentes. Los privilegios de los recolectores, los preceptos que prohibían la retención de salarios y las leyes contra la usura, son ejemplos. El Año del Jubileo fue una institución social notable. Ese año se sufrió la pobreza para hacer valer sus reclamos en nombre de Dios, y estaba seguro de ser escuchado con las debidas garantías.

El judaísmo prefiguró la obra de Jesús, quien vino para establecer la justicia y proclamar la hermandad entre los hombres y entre las naciones. Los pobres lo escuchaban con gran entusiasmo. Él nació entre ellos, durante toda su vida fue uno de ellos: comprendió sus hábitos y sentimientos, se sintió a gusto en sus casas y enseñó la verdad de una manera que ellos pudieron comprender. Admitimos que no podemos alcanzar un estado ideal de sociedad en el mundo mientras exista el pecado.

Pero no debemos cruzarnos de manos - esperando el próximo milenio - pensando que por necesidad las cosas deben ser como son. Cristo, nuestro Salvador, es el rey legítimo del mundo, y tiene la intención de conquistarlo por sí mismo mediante la justicia y la misericordia de su pueblo. Aún así, la ley del amor es válida, y si seguimos a nuestro Señor, saldremos a buscar y salvar a los perdidos. Y necesitan ser salvados: de la miseria, de la degradación y de la desesperación.

La consideración de los efectos morales de la pobreza nos conducirá a una compasión más profunda por los pobres. Un hombre pobre no tiene la influencia hogareña amable que la mayoría de nosotros disfrutamos. La tentación de la envidia debe llegar con un tremendo poder a un hombre pobre. ¿Qué se puede hacer para mejorar un estado de cosas en el que todo cristiano debería pensar con lástima y oración? Tenemos algo que hacer para formar la opinión pública sobre esta cuestión, para que se pueda hacer todo lo que esté dentro del ámbito de la legislación. La caridad también tiene sus derechos sobre nuestros pensamientos y generosidad. Y, sobre todo, se necesita de estos hermanos nuestros la buena nueva del Reino. ( A. Rowland, LL.B., BA }

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