Aunque el Señor sea exaltado, respeta a los humildes.

La grandeza y la condescendencia de Dios

I. Lo que aquí se afirma respecto a Dios. Él es "alto", es decir , glorioso, majestuoso, infinito en todo atributo excelente y glorioso.

II. La declaración de ánimo que acompaña a esta afirmación. “Sin embargo, respeta a los humildes”.

1. Un personaje descrito.

(1) Poseído de un corazón humilde y contrito.

(2) ardientemente hambriento y sediento de justicia.

(3) Venir a Cristo para recibir las bendiciones de la salvación.

(4) Toda gracia cristiana está relacionada con esta humildad.

(5) Las Escrituras representan a los más eminentes por la piedad que llevaban esta gracia: Job, Daniel, Paul.

2. Aquí se representa al gran Dios manifestando un favor peculiar a los humildes.

(1) Perdonar la misericordia.

(2) Introducción a su familia.

(3) Gracia.

(4) Gloria. ( John Pike. )

Humildad

I. Como afecta a los juicios que nos formamos. La humildad, a diferencia de la mezquindad y opuesta a la arrogancia de espíritu, consiste en formar una opinión justa y moderada de nuestras propias dotes y méritos. Nos dispone a examinar nuestro carácter con imparcialidad; no sufre el amor propio para magnificar nuestras buenas cualidades; contrasta nuestras imperfecciones con nuestras virtudes; compara nuestras propias excelencias y defectos con los que se pueden discernir en el carácter de los demás. y nos permite no elevarnos, en nuestra propia estima, por encima del rango que realmente poseemos entre nuestros hermanos que nos rodean.

II. Como afecta nuestra conducta hacia nuestros hermanos. Al bajo condesciende sin degradar el carácter, al alto rinde homenaje sin asentimiento ni servilismo. Fundada en una concepción moderada de nuestra propia capacidad, nos dispone a escuchar con respecto a las opiniones de los demás; que surge de un sentido justo de nuestra propia imperfección, nos enseña a tener en cuenta sus errores y defectos.

En su forma externa es plácido y modesto. Se expresa por la dulzura de su mirada y la dulzura de su lenguaje. Afirma que no, no espera ninguna atención extraordinaria; su propia importancia se olvida en medio de su cortesía hacia los demás.

III. Mientras nos prepara para cumplir, de la manera más apropiada, nuestros deberes para con Dios. En presencia de ese Dios cuya majestad llena los cielos y la tierra, los humildes se postran sobre su polvo nativo. Su propio conocimiento limitado queda aniquilado en su estima cuando consideran la altura y la profundidad de los juicios de Dios; y su propia bondad imperfecta se pierde de vista cuando contemplan esa generosidad difusa por la que el universo es bendecido.

Sintiendo y reconociendo la debilidad de sus mentes, reciben con gratitud la revelación del cielo. En sus servicios religiosos no hay ostentación. Su empleo es solo con Dios. Es reconocer sus favores, de los que se confiesan indignos; para lamentar sus transgresiones, que recuerdan con profundo dolor; adorar la misericordia que sigue mirándolos; para repetir los votos que lamentan haber roto, o para bendecir la gracia que les ha permitido cumplirlos. ( W. Moodie, DD )

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