No obstante, Ezequías se humilló por el orgullo de su corazón, [tanto él como los habitantes de Jerusalén, de modo que la ira del SEÑOR no vino sobre ellos en los días de Ezequías.

Ver. 26. No obstante, Ezequías se humilló. ] Se afligió a sí mismo con dolores voluntarios, cuando una vez, por la predicación del profeta, vio su pecado. Submissior factus est superbia cordis sui —así lo traduce Vatablus— se volvió más humilde por el orgullo de su corazón: como el pueblo de Dios también gana por sus pecados; de ahí esa paradoja de Agustín, Mis pecados, en cierto sentido, me hacen más bien que mis gracias; porque después me hacen más humilde, más cuidadoso, más agradecido por un Salvador, más misericordioso con los demás, más deseoso del estado de perfección, etc. Ver 2 Reyes 20:17,19 .

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