Entonces llegó Naamán con sus caballos y su carro, y se paró a la puerta de la casa de Eliseo.

Ver. 9. Y se paró a la puerta. ] Donde el profeta lo retuvo; no por orgullo, como el Papa al emperador al que hizo esperar tres días a su puerta en pleno invierno antes de admitirlo, sino por humildad: para que Dios tuviera toda la gloria de toda la cura. De esta manera también se derribó el orgullo de Naamán, y él se preparó mejor para una misericordia tan milagrosa.

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