Tú, oh rey, eres rey de reyes, porque el Dios del cielo te ha dado reino, poder, fuerza y ​​gloria.

Ver. 37. Tú, oh rey, eres rey de reyes. ] Y, sin embargo, todo el imperio babilónico no era más que una costra arrojada por Dios, el gran ama de llaves del mundo, para sus perros, como Lutero en algún lugar dice de los turcos.

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