Pero sucederá que si no escuchas la voz del SEÑOR tu Dios, y guardas el cumplimiento de todos sus mandamientos y estatutos que yo te ordeno hoy; que todas estas maldiciones vendrán sobre ti y te alcanzarán:

Ver. 15. Todas estas maldiciones vendrán. ] Se mencionan muchas más maldiciones que bendiciones. Tal es la bajeza de nuestra naturaleza, que antes nos aterrorizan las amenazas que las misericordias. Veamos aquí cómo la maldición de Dios acecha al impío, como si fuera una furia, en todos sus caminos. En la ciudad lo atiende, en el campo se cierne sobre él; entrando lo acompaña, saliendo lo sigue, y en el viaje es su camarada: si no disgusta su masa, o vacía su canasta, sin embargo, llenará su tienda de contiendas, o mezclará la ira de Dios con su más dulce bocados.

Es una polilla en su guardarropa, murrain entre su ganado, moho en su campo, pudrición entre sus ovejas, y muchas veces hace del fruto de sus lomos su mayor angustia, de modo que está dispuesto a desear con Augustus, Utinam aut caelebs vivissem, aut orbus periissem; ¡Oh, si nunca me hubiera casado o hubiera muerto sin hijos!

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