Y sucederá que si no te creen, ni escuchan la voz de la primera señal, creerán la voz de la última señal.

Ver. 8. La voz del primer signo. ] Los signos de Dios tienen voz y palabras. Sal 105: 27 No solo hablan a nuestros ojos, sino también a nuestros oídos; como lo hicieron esos muchos prodigios antes de la última desolación de Jerusalén; como la terrible tempestad en Roma en 1516, el mismo año en que Lutero comenzó a agitarse, que golpeó tanto la iglesia donde el Papa León estaba creando a sus cardenales, que sacó al niño Jesús del regazo de su madre, y las llaves de la mano de San Pedro. Así, los dos soles vistos en Londres a la llegada del rey Felipe el 15 de febrero de 1553: la nueva estrella en Casiopea en 1572: el prodigioso cometa a en 1618, etc.

a Oυδεις κωμητης οστις ου κακον φερει.

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