Y en todas tus abominaciones y fornicaciones no te acordaste de los días de tu juventud, cuando estabas desnudo y desnudo, [y] contaminado en tu sangre.

Ver. 22. No te has acordado de los días de tu juventud. ] De ahí toda tu altivez y angustia. A menudo deberíamos decir, como lo hizo el noble Ifícrates el ateniense, Eξ οιων εις ο ια: ¡De cuán pequeñas a cuán grandes cosas me ha levantado el Señor!

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