Santifica al SEÑOR de los ejércitos; y sea él tu temor, y él sea tu temor.

Ver. 13. Santifica al mismo Señor de los ejércitos. ] Incluso tu más dulce Emanuel; non sanctificatur autem nisi in eam credatar; santifícalo, digo, creyendo en tu corazón y confesando con tu boca, Rom 10: 9 y andando "como conviene al evangelio, ... en nada aterrorizado por tus adversarios". Filipenses 1: 27-28

Y deja que él sea tu miedo. ] Es decir, el objeto de tu temor, como Gen 31:53 Sal 76:11 donde Dios es llamado "Miedo" por un apelativo propiamente dicho. De modo que la paráfrasis caldea suele llamar a Dios Dechilah. Los griegos lo llaman Yεος, de Dεος, miedo. Bien dice Bernardo, Dios debe ser temido como Señor, honrado como Padre, amado como esposo. Este temor de Dios es un remedio soberano contra el temor de la criatura y, por tanto, aquí y en otros lugares se opone a él. Ciertamente, como un fuego expulsa a otro, y como la serpiente de Moisés se tragó a las serpientes de los hechiceros, así aquí.

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