La corona ha caído [de] nuestra cabeza: ¡ay de nosotros, por haber pecado!

Ver. 16. La corona ha caído de nuestra cabeza, ] es decir, Toda nuestra gloria, tanto de la Iglesia como del Estado, porque nos negamos a servir a Dios, que de hecho es "reinar en justicia". Ahora bien, ni todo esto, ni nada de esto, se dice para exasperar o exaltar los corazones de las personas para que se enojen contra Dios o para desmayar bajo sus presiones, sino para ponerlos en la práctica de la verdadera humillación, a fin de que no pierdan el fruto de la sus aflicciones, de ahí el siguiente pasaje.

¡Ay de nosotros por haber pecado! ] Que, como corre dulce y rítmicamente en el original, así nos apunta a esa sabrosa y soberana práctica de lamentar nuestros pecados más que nuestras miserias, y humillarnos al máximo bajo la poderosa mano de Dios, para que él pueda levantar a su tiempo.

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