Que tenía su morada entre los sepulcros; y nadie podía atarlo, no, no con cadenas:

Ver. 3. Quien tenía su morada entre los sepulcros ] Antiguamente se pensaba que los lugares de enterramiento de los santos tenían una especie de santidad en ellos. De ahí surgió esa superstición de reunirse y orar juntos en los sepulcros de los santos; y después de orar por ellos y por ellos. Lo cual, para fomentar, el diablo solía frecuentar esos lugares, allí para jugar sus travesuras.

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