Y lo envió a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni decir que a nadie en la aldea.

Ver. 26. Ni vayas a la ciudad ] Cristo no daría a un pueblo tan ingrato el beneficio de un predicador más, aunque nunca tan mezquino. Este fue un juicio más grande sobre ellos que si hubiera cambiado de alguna otra manera ese brazo del mar que traía tanta riqueza a su ciudad.

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