El corazón del rey está en la mano del SEÑOR, como arroyos de aguas; él lo vuelve a donde quiere.

Ver. 1. El corazón del rey está en la mano del Señor.] Nunca sean reyes tan absolutos e inexplicables ante nadie, sin embargo, son gobernados y dominados por él "que es más alto que el más alto". Eclesiastés 5: 8 El corazón de Dios no está en la mano del rey, como finge ese príncipe necio en México, cuando en su coronación jura que no lloverá fuera de la estación, ni habrá hambre ni pestilencia durante su reinado en sus dominios; pero "el corazón del rey", es decir, su voluntad, deseos, artimañas, resoluciones, son de Dios para que se deshaga de ellos.

Los hace girar de un lado a otro con tanta facilidad como el labrador hace el curso del agua con su remo, o el jardinero con su mano. Así volvió el corazón de Faraón a José; de Saúl a David; de Nabucodonosor a Jeremías; de Darío a Daniel; de Ciro, y luego de Alejandro Magno, a los judíos; de algunos de los perseguidores romanos de los cristianos primitivos; y de Carlos V, que gobernó veintiocho reinos florecientes, a los reformadores tardíos, Melanchthon, Pomeran y otros hombres famosos de Dios, a quienes, cuando tuvo en su poder, después de haber conquistado a los príncipes protestantes, no sólo no determinó nada extremadamente contra ellos, pero también, suplicándolos gentilmente, los despidió, ni siquiera una vez prohibiéndoles que publicaran abiertamente la doctrina que profesaban: aunque,una ni la Iglesia de Cristo casi aa enemigo más dolorido.

a Hechos y lunes, fol. 1784.

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