37-43 El culto a Dios debe ser la labor de cada día. David lo ordenó así. En Jerusalén, donde estaba el arca, Asaf y sus hermanos debían ministrar ante el arca continuamente, con cánticos de alabanza. No se ofrecían sacrificios allí, ni se quemaba incienso, porque los altares no estaban allí; pero las oraciones de David eran como incienso, y el alzar de sus manos como el sacrificio vespertino. Así de temprano la adoración espiritual reemplazó a la ceremonial. No obstante, la adoración ceremonial, al ser de institución divina, de ninguna manera debe omitirse; por lo tanto, en Gabaón, ante los altares, los sacerdotes asistían; porque su labor era sacrificar e incensar; y eso hacían continuamente, por la mañana y por la tarde, según la ley de Moisés. Como las ceremonias eran tipos de la mediación de Cristo, la observancia de ellas era de gran importancia. La asistencia de sus ministros designados es correcta en sí misma y anima al pueblo.

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