1-8 No hay una instancia más melancólica y sorprendente de depravación humana en las Sagradas Escrituras, que la que aquí se registra. ¡Salomón se convirtió en un adorador público de ídolos abominables! Probablemente, gradualmente dio paso al orgullo y al lujo, y así perdió su gusto por la verdadera sabiduría. Nada forma en sí mismo una seguridad contra el engaño y la depravación del corazón humano. La vejez tampoco curará el corazón de ninguna propensión al mal. Si nuestras pasiones pecaminosas no son crucificadas y mortificadas por la gracia de Dios, nunca morirán de sí mismas, sino que durarán incluso cuando se eliminen las oportunidades para gratificarlas. El que piense que está de pie, tenga cuidado de no caerse. Vemos cuán débiles somos de nosotros mismos, sin la gracia de Dios; vivamos, pues, en constante dependencia de esa gracia. Observemos y seamos sobrios: la nuestra es una guerra peligrosa, y en el país de un enemigo, mientras que nuestros peores enemigos son los traidores en nuestros propios corazones.

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