1-9 Durante siete meses los filisteos fueron castigados con la presencia del arca; tanto tiempo fue una plaga para ellos porque no la enviaron de regreso antes. Los pecadores alargan sus propias miserias al negarse a desprenderse de sus pecados. Los israelitas no hicieron ningún esfuerzo por recuperar el arca. ¡Ay! ¿Dónde encontraremos la preocupación por la religión por encima de todos los demás asuntos? En tiempos de calamidad pública tememos por nosotros mismos, por nuestras familias y por nuestro país; pero ¿quién se preocupa por el arca de Dios? Se nos ha favorecido con el evangelio, pero se trata con negligencia o desprecio. No debemos sorprendernos si nos fuera arrebatado; para muchas personas, esto, aunque sea la peor de las calamidades, no causaría tristeza. Hay multitudes a quienes cualquier profesión les complacería tanto como la del cristianismo. Pero hay quienes valoran la casa, la palabra y el ministerio de Dios más que sus posesiones más ricas, quienes temen la pérdida de estas bendiciones más que la muerte. Cuán dispuestos están los malvados a rechazar sus convicciones y, cuando están en aprietos, a creer que es una casualidad que sucede; y que la vara no tiene voz que deban escuchar o atender.

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