9-15 La manera solemne en que se entregó la ley fue impresionar a las personas con un sentido correcto de la majestad divina. También para convencerlos de su propia culpa, y para demostrar que no podían juzgar ante Dios por su propia obediencia. En la ley, el pecador descubre lo que debe ser, lo que es y lo que quiere. Allí aprende la naturaleza, la necesidad y la gloria de la redención y de ser santificado. Habiendo sido enseñado a huir a Cristo y a amarlo, la ley es la regla de su obediencia y fe.

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