1-8 En el atrio delante del tabernáculo, donde el pueblo asistía, había un altar al que debían llevar sus sacrificios, y en el cual sus sacerdotes debían ofrecerlos a Dios. Estaba hecho de madera recubierta de bronce. Una rejilla de bronce se colocaba en el hueco del altar, aproximadamente en el centro, donde se mantenía el fuego y se quemaba el sacrificio. Estaba hecha en forma de red, como un tamiz, y colgaba hueca para que las cenizas cayeran a través de ella. Este altar de bronce era un tipo de Cristo, quien murió para hacer expiación por nuestros pecados. La madera habría sido consumida por el fuego del cielo si no hubiera sido protegida por el bronce, de la misma manera, la naturaleza humana de Cristo no habría podido soportar la ira de Dios si no hubiera sido sostenida por el poder divino.

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