38-46 Un cordero debía ser ofrecido en el altar cada mañana y un cordero cada tarde. Esto tipificaba la intercesión continua que Cristo vive para hacer por su iglesia. Aunque se ofreció a sí mismo una vez por todas, esa única ofrenda se convierte así en una ofrenda continua. Esto también nos enseña a ofrecer a Dios los sacrificios espirituales de la oración y la alabanza todos los días, por la mañana y por la tarde. Nuestras devociones diarias son las más necesarias de nuestras obras diarias y las más placenteras de nuestras comodidades diarias. El tiempo de oración debe ser mantenido tan puntualmente como el tiempo de la comida. Aquellos que no mantienen una asistencia constante al trono de la gracia, se privan a sí mismos de alimento espiritual y de la consolación de la religión.

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