17-21 Un gran recipiente de bronce, lleno de agua, debía colocarse cerca de la puerta del tabernáculo. Aarón y sus hijos debían lavar sus manos y pies en esta fuente cada vez que entraran a ministrar. Esto les enseñaba la pureza en todos sus servicios y a temer la contaminación del pecado. No solo debían lavarse y ser purificados cuando fueran hechos sacerdotes por primera vez, sino que debían lavarse y mantenerse limpios cada vez que fueran a ministrar. Esto nos enseña a asistir a Dios a diario, a renovar nuestro arrepentimiento por el pecado y a mirar diariamente a la sangre de Cristo para obtener el perdón; porque en muchas cosas ofendemos a diario.

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